Un instrumento para discernir entre el bien y el mal es mirar a la propia interioridad e interrogarse sobre los pensamientos, incluso los negativos que intoxican nuestra existencia. De esto habló el Papa Francisco en su catequesis de la audiencia general, en que presentó la experiencia de San Agustín y San Ignacio, maestros en el ejercicio del discernimiento. «Nuestra vida es el libro más precioso que nos ha sido dado»