Siempre está buscando formas para remediar el sufrimiento que abruma a los demás, no se da por vencido ante los problemas o críticas que se le presentan, al contrario, es capaz de vivir un amor efectivo, y en todas las circunstancias entra dentro de sí, encontrándose con Dios y con vivo deseo de hacer el bien a los demás.
¡Cuarenta y dos años he vivido sobre la tierra! Y durante ese período de pasado, cuantas veces he metido la mano al seno de mi conciencia, no he hallado sino deseos de hacer el bien a mi patria, a mis semejantes… aspiraciones de imprimir a otros mi felicidad; anhelo de compartir mi bienestar con los menesterosos.
Cartas a sus Congregantes p. 140.