Más de tres años después del descubrimiento de las fosas comunes, y con la guerra aún en pleno apogeo, el sacerdote ortodoxo Andriy Halavin recuerda los dramáticos momentos de la presencia rusa en esa ciudad ucraniana: «No se puede dejar atrás el pasado, pero se puede vivir con él lleno de odio. Llegará la hora del perdón».