El edificio, antaño abandonado, ha vuelto a la vida gracias a la visión del arquitecto Alberto Cisco, que cuenta su decisión de renunciar a un empleo en la administración pública para convertirse en custodio del lugar de culto que pasa por las tierras de San Francisco: Pido a los peregrinos del Año Santo que no vengan como «turistas» sino a «buscar a Dios» en el «silencio» de los lugares y en la belleza de la arquitectura.