En la solemnidad de la Inmaculada Concepción, el Papa recuerda que María, sorprendida por la gracia que la hizo bella desde el primer momento de su vida, nos lleva a maravillarnos de nuestra belleza, que es lo que hemos recibido en nuestro Bautismo: Dios descendió a nuestras vidas, nos convertimos en sus hijos amados para siempre. ¡He aquí nuestra belleza original de la cual nos podemos regocijar!