Muy poco antes de morir pudo empezar a ver el Venerable Siervo de Dios José Antonio Plancarte y Labastida que, las reformas que tanto ambicionaba, y por las que tanto se había empeñado, y tantos padecimientos había tenido, comenzaban a llevarse a cabo de una manera sólida y duradera, poderosamente impulsadas por aquellos que habían sido ayudados y protegidos por él. La reforma de los seminarios y de la educación de la niñez en general, fue lo que le indujo a abrazar la carrera clerical más bien que la vida religiosa, a la cual tuvo constantes aspiraciones. Una de las dificultades con las que se encontró fue la falta de sujetos que, animados de su mismo espíritu, lo ayudaran a implantar las deseadas reformas.
Desde luego se propuso mandar a Europa niños y jóvenes que, instruidos y formados allá, vinieran a México, a colaborar con él. El año de 1870 mandó la primera expedición; seis años después, condujo él mismo la segunda, y desde entonces comenzó a poblarse el Colegio Pío Latino Americano de estudiantes mexicanos. Su ejemplo fue seguido, y nunca ha faltado en el Colegio de Roma un numeroso grupo de estudiantes de diversas diócesis de la República mexicana.
Con los educados en Roma que ya estaban de vuelta en la Capital, se dio al Colegio Clerical de S. Joaquín nuevo impulso y una organización conforme a los proyectos meditados y madurados por el P. Plancarte que había sido nombrado su Rector.
Quiso el nuevo Arzobispo de México resucitar la antigua Universidad Pontificia, clausurada hacía muchos años por el Gobierno, y escribió a la S. Sede solicitando las necesarias facultades.
En Roma pidieron las constituciones con que querían que fuera regido ese centro docente, el Sr. Arzobispo Dn. Próspero María Alarcón nombró una comisión que conocedora de los deseos de la Congregación de Estudios, formara unas constituciones universitarias que pudieran fácilmente recibir la aprobación de la S. Sede y no fueran impracticables en nuestro país. Formaron esa comisión, el Dr. Francisco Plancarte y Navarrete, el Dr. Juan de Jesús Herrera y Piña y el Dr. Leopoldo Ruiz y Flores; los tres habían sido enviados a Roma directamente por el P. Plancarte, y eran sus adictos colaboradores en sus planes de reforma. Tomando por base las de la Universidad en que habían hecho sus estudios, y adaptándolas en lo posible a las circunstancias de México, fueron aprobadas.
El P. Plancarte veía en la nueva Universidad con sus constituciones a la romana y su claustro de doctores formado por los exalumnos del Colegio Pío Latino Americano, el más sólido cimiento de la proyectada reforma. Fue preciso, una vez que estaba la Universidad en sus manos, entregarles también el Seminario. La idea del P. Plancarte no estaba ceñida al solo Seminario de México; sus deseos de reforma se extendían a toda la República, comenzando ciertamente por México, para que las otras diócesis tuvieran un autorizado ejemplo que seguir. La cosa era difícil y sólo un medio le ocurría: el que para miembros del episcopado se escogieran a los que hubieran recibido su educación en Roma; pero esto estaba fuera de sus facultades, y le era material y moralmente imposible conseguirlo; sólo la oración lo podía alcanzar de Dios y a ella acudió con todo fervor. Le encomendó pues el asunto muy deveras. y ya antes de morir tuvo el consuelo de ver que Dios lo escuchaba fueron nombrados. El Sr. Francisco Plancarte y Navarrete, obispo de Campeche, el Sr. José Mora y del Río obispo de Tehuantepec; poco antes que el P. José Antonio Plancarte bajara al sepulcro, se decía ya que el Sr. Ruiz ocuparía la sede vacante de Saltillo, no fue esa la que le tocó, sino la de León.
Concédeme ¡oh divino y !amadísimo Jesús! Que yo sea fiel imitador tuyo en este mundo..." JAP
Después que abandonó el Padre Plancarte este mundo, siguieron palpándose los efectos y la eficacia de sus plegarias. ¡Con qué complacencia vería desde el cielo, el que algunos arzobispados y obispados de la República mexicana estuvieran ocupados por aquellos que, después de ser sus protegidos, fueran sus más constantes y desinteresados amigos y los siguientes colaboradores realizaran su sueño!
Excmo. Sr. Francisco Plancarte y Navarrete
1856 – 1920
Obispo de Campeche y de Cuernavaca, y Arzobispo de Monterrey.
Excmo. Sr. José Mora y del Río
1854 – 1928
Obispo de Tehuantepec, Tulancingo y León, y Arzobispo de la arquidiócesis de México.
Excmo. Sr. Leopoldo Ruíz y Flores
1865 – 1941
Obispo de León, Arzobispo de Monterrey y de Morelia. Delegado Apostólico en México.
Excmo. Sr. Francisco Orozco y Jiménez
1864 – 1936
Obispo de Chiapas y Arzobispo de Guadalajara. Está introducida su causa de canonización
Excmo. Sr. Gerardo Anaya y Diez de Bonilla
1881 – 1958
Obispo de Chiapas y de San Luis Potosí.
Excmo. Sr. Juan de Jesús Herrera y Piña
1865 – 1927
Obispo de Tulancingo y Arzobispo de Monterrey.
Fundador de la Congregación de Misioneras Catequistas de los Pobres.
Excmo. Sr. Manuel Fulchieri y Pietrasanta
1874 – 1946
Obispo de Cuernavaca y de Zamora.