El Santo Padre en la misa final del Consistorio recordó a los cardenales que lo sorprendente del plan de salvación es que Dios nos haya involucrado en su designio. Por ello, mantener ese estupor salva a sus ministros de caer en la rutina, de creerse “a la altura” o alimentar la “falsa seguridad” de que son la jerarquía de una Iglesia grande y sólida.