El 24 de septiembre de 1886, se envió a Roma la solicitud de la coronación pontificia de Santa María de Guadalupe a nombre del Episcopado Mexicano, firmada por el Arzobispo de México, Sr. Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos; el Arzobispo de Michoacán, Sr. José Ignacio Árciga; y el Arzobispo de Guadalajara, Sr. Pedro Loza.
El 8 de febrero de 1887, el Papa León XIII aprueba la solicitud; se necesitaba una persona suficientemente activa, enérgica, emprendedora y conocedora de nuestro México para encomendarle esta obra. El Sr. Arzobispo Dr. D. Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos da nombramiento al P. José Antonio Plancarte y Labastida para realizar los trabajos de ampliación, restauración y embellecimiento de la Colegiata, lo que recibió con humildad y gran disposición para realizar dicha comisión.
…si las obras de la Colegiata son de tu agrado… le pido la gracia de guardar mis propósitos… ¡Madre mía, no desampares a tu hijo Antonio!
SEE; III- A ejercicios espirituales, 1894 p. 16
Llegó por fin el 12 de octubre de 1895, el cabildo de canónigos y el Sr. Abad José Antonio Plancarte y Labastida, con voz firme y conmovida, prestaron juramento solemne de defender y custodiar la corona y conservar la imagen Guadalupana constantemente y perpetuamente coronada.
Para esta ocasión el Padre José Antonio Plancarte compuso esta plegaria:
¡Salve augusta Reina de los mexicanos! ¡Madre Santísima de Guadalupe, Salve! Ante tu trono y delante del cielo, renuevo el juramento de mis antepasados, aclamándote Patrona de mi Patria México, confesando tu milagrosa aparición en el Tepeyac, y consagrándote cuanto soy y tengo. Tuyo soy Gran Señora, acéptame y bendíceme. Amén.
Álbum de la Coronación de la Virgen de Guadalupe T.II 1896 p.93
El significado de la coronación fue mucho más allá del acto de colocar una joya para adornar a tan querida imagen, es un recuerdo para todo el pueblo mexicano que nos dice que Santa María de Guadalupe ha sido fiel a su promesa de ser siempre nuestro refugio y nuestro consuelo. Coronar a la Guadalupana, es reconocer que ella no nos abandona. La Virgen María se ha entregado al pueblo mexicano y éste en agradecimiento por sus incesantes beneficios le ha entregado una corona reconociéndola como su Reina. La nación mexicana nada tendrá que temer mientras estén bajo la sombra de la cruz y la protección de su Patrona, Reina y Madre la Virgen aparecida en el Tepeyac.