El Venerable Siervo de Dios, Pbro. José Antonio Plancarte y Labastida, es una figura reconocida en la Iglesia mexicana por sus numerosas obras apostólicas y de caridad, especialmente en el campo de la educación, como fundador de las religiosas Hijas de María Inmaculada de Guadalupe, figura sobresaliente como apóstol de la Santísima Virgen de Guadalupe y por su espíritu de expiación. Su incansable celo apostólico, siempre fiel a la Iglesia, continúa dando fruto y salvando almas en la labor de sus hijas espirituales; pero también perdura su huella en muchos sacerdotes que son herederos de su espíritu sacerdotal, y bien podemos afirmar que la Iglesia mexicana ha recibido del Padre Plancarte la renovación del Clero de finales del siglo XIX y principios del XX con la consiguiente proyección que ésta tiene hasta nuestros días; pero el padre Plancarte es fuente de inspiración no solamente para el clero, sino que lo es para infinidad de personas que al conocer su vida de santidad se encomiendan a su intercesión y se sienten animadas, con su ejemplo, para responder en fidelidad a la llamada que Dios nos hace a ser santos.

Desde los primeros años de su juventud, el padre Plancarte, encontró en Cristo el sentido de la vida y quiso seguir sus huellas porque su corazón ya pertenecía a Cristo, ya había sido cautivado por él; ordenado sacerdote a los 24 años de edad, expresa: “¡Soy Sacerdote! he aquí el secreto de mi felicidad…¡Soy Sacerdote, éste es el bálsamo que me ha confortado y que me confortará hasta ganar la palma. ¡Soy Sacerdote y puedo ofrecer el Santo Sacrificio! … Hermanos, grande es el milagro que Dios ha obrado en mí; inmensos los beneficios de que me ha colmado; santa y sublime la dignidad a que me ha elevado.» (Carta a sus hermanos, Roma, 13 de junio de 1865).
Pero este fuego que ardía en su corazón, no era solamente una llamarada pasajera de la juventud, fue el inicio de una vida entregada del todo a Dios, con un amor que ensanchaba su corazón, el amor de quien es cautivado por el amado a quien consagra su vida y todo su ser, así lo expresa él mismo: “Te amo Señor, con todo mi corazón, con todas mis fuerzas, con toda mi alma. Quiero ser todo tuyo, verdaderamente tuyo, sólo tuyo y probártelo con mis obras, más que con mis palabras. Acepta mis deseos, bendice mis propósitos y consérvame en tu gracia.” (Ejercicios espirituales de 1888).
Cautivado por Cristo, se deja transformar por Él y en Él: “Así Jesús, concédeme tal olvido de mí que mi querer sea tuyo y sólo para Ti. Haz que sólo dependa de Ti mi voluntad. Querer lo que Tú quieres mi única libertad… Mi alma puede cantar con un amor sincero: “No soy yo quien quiero –quien en mí quiere es Dios.” (Ejercicios espirituales de 1888).
Consagrado del todo a Cristo y cautivado por Él, vivió en grado heroico las virtudes, así lo reconoció la Iglesia mediante el Decreto de Venerabilidad proclamado por el Santo Padre Francisco el 23 de enero de 2020.
Dios nuestro Señor, que elige y consagra a sus profetas, puso su mirada en el joven José Antonio Plancarte y lo enriqueció con los dones de la gracia y de la naturaleza para hacerlo su Apóstol y él, cautivado por Cristo, se consagró en cuerpo y alma a la gloria de Dios y a la salvación de las almas.
El joven que buscó con sincero corazón la voluntad de Dios y que estuvo siempre dispuesto a seguirla, fue creciendo en el deseo de vivir sólo para Dios y al mismo tiempo Dios fue llenando todo el espacio de su corazón. Y en este diálogo de amor, inevitablemente se fue dando la vivencia de las virtudes en grado heroico; las dificultades, las persecuciones, las calumnias y todo clase de sufrimiento fueron ocasión para configurarse con Cristo y así fortalecerse en la virtud; y las alegría, los gozos, las esperanza y toda manifestación de la bondad de Dios, fueron ensanchando su corazón al experimentar en gran manera el amor de Dios que se da sin límite.

Nos encontramos ante la figura de un Sacerdote diocesano, profundamente enamorado de Cristo que lo amó con todo su corazón, con todas sus fuerzas, con toda su alma, que fue todo de Dios, verdaderamente de Dios y solamente de Dios, y que a lo largo de su vida lo probó con sus obras más que con las palabras; un sacerdote que se colocó desde el inicio de su vida en la manos purísimas de María Santísima: a ella debe la sin igual dicha de haber ingresado al sacerdocio, bajo la mirada materna de María transcurre toda su vida, a ella consagra todos los trabajos de su ministerio sacerdotal y sus obras, y al acercarse el momento de su muerte se encomienda a ella.
Damos gracias a Dios por la vida de santidad del Venerable Siervo de Dios, Pbro. José Antonio Plancarte y Labastida; que su ejemplo nos ayude a dejarnos cautivar por Cristo, nos impulse poner toda nuestra confianza en Dios que jamás nos deja solos, a responder en fidelidad a nuestra vocación a la santidad y a encomendarnos siempre a la protección maternal de nuestra Madre Santísima de Guadalupe.