Una de 13 años, hija de padre italo-suizo y madre ucraniana; la otra de 12, hija de refugiados ucranianos que huyen de la guerra, se conocieron durante las semanas del centro de verano «Estate Ragazzi in Vaticano» gracias al idioma que hablaban en común. Ahora están muy unidas y ambas expresan la esperanza de que la violencia en el país termine pronto.