La Iglesia, en sus 2000 años de historia, siempre ha defendido la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural, con una particular atención a las fases frágiles de la existencia. El ‘no’ a la eutanasia y al ensañamiento terapéutico son un ‘sí’ a la dignidad y a los derechos de la persona: incurable no significa in-cuidable