PORTADA

Reflexión del Segundo Domingo de Adviento

Abre los ojos este Adviento: Dios está en lo cotidiano, en lo simple, en quien te ama.

En medio de nuestra vida, con sus alegrías y sus heridas, Dios nunca se ausenta. Él no se queda mirando desde lejos: entra en nuestra historia, camina con nosotros y se manifiesta cada día en pequeños gestos que muchas veces pasan desapercibidos. Por eso, el Adviento es una invitación urgente a abrir los ojos, a estar atentos, a no dejar que lo sagrado pase de largo en lo más cotidiano.

Dios está ahí, actuando a través de personas que derraman amor y compasión; personas que llegan justo en el momento en que parecía que ya no podíamos más. Está en la llamada inesperada que nos levanta, en la sonrisa que ilumina un día oscuro, en el abrazo que sana, en ese descanso breve que nos permite seguir, en la compañía silenciosa que nos recuerda que no caminamos solos.

El mundo tiene heridas; nuestra propia historia también. Hay momentos donde la vida se vuelve cuesta arriba, donde aparece el miedo, la incertidumbre, la sensación de no saber qué hacer. Pero incluso ahí —justo ahí— surgen luces: pequeños destellos que nos sostienen y que nacen de nuestras propias realidades difíciles. Son luces de esperanza que no borran el dolor, pero lo iluminan. Esa esperanza no es fantasía ni consuelo barato; es un regalo de Dios que se hace visible a través de la humanidad misma.

Cuando el corazón grita auxilio, Cristo responde.
Y lo hace, casi siempre, a través de gestos humanos:
una mano que sostiene,
una palabra que anima,
una mirada que comprende,
una persona que se detiene a escucharnos.

Son signos de un Dios que no puede abandonarnos, porque somos sus criaturas. Si el mundo está herido, Él se acerca para sanarlo desde dentro. Si el corazón se siente frágil, Él se hace fuerte en nosotros. Si la noche pesa, Él enciende pequeñas luces para guiarnos.

Pero el reto más grande del Adviento es este:

aprender a mirar.

No basta con que Dios actúe; necesitamos abrir los ojos para reconocerlo. Necesitamos afinar el corazón para no acostumbrarnos a la oscuridad y descubrir la luz cuando aparece. Dios se manifiesta, pero pide atención. Nos habla, pero pide silencio interior. Nos toca, pero pide disponibilidad.Por eso esta semana preguntamos:

¿Qué pequeños gestos te sostienen?

Porque cada gesto que nos cuida, que nos consuela, que nos levanta, es una forma concreta en la que Dios se acerca para recordarnos:
“No te dejo solo. Aquí estoy. Yo camino contigo.”

Que este Adviento nos regale la gracia de ver a Dios en lo cotidiano, de reconocer su paso en la humanidad que ama, y de agradecer esas pequeñas luces que hacen posible la esperanza.

Comments are closed.