Cuando José Antonio Plancarte y Labastida nace el 23 de diciembre de 1840, en la Ciudad de México, su papá, Francisco Plancarte y Arceo, tenía 45 años y su mamá, Gertrudis de Labastida y Dávalos, tenía 35 años. Sus papás se habían casado el 15 de agosto de 1823, en Zamora, Michoacán y fueron padres de 11 hijos, nuestro José Antonio fue el 10 hijo. La fe de Bautismo nos da su nombre completo: José Antonio Victorio Eutimio Francisco de Paula Plancarte y Labastida; quien habiendo nacido en el seno de una familia profundamente cristiana, fue bautizado al día siguiente de su nacimiento en la Parroquia de San Miguel Arcángel, misma que se encuentra muy cerca de la calle de la Joya, hoy 4a. de 5 de febrero, en el centro de la Ciudad de México, que es en dónde nació José Antonio.
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La familia Plancarte tiene raíces navarras, con ramas españolas y francesas, y desde el siglo XVI se asentó en Michoacán, destacándose entre los primeros pobladores de Valladolid (hoy Morelia).
Algunos datos del padre Plancarte a partir de sus propiedades y de su testamento muestran sus orígenes familiares y la buena posición económica de su familia. De acuerdo a lo que encontramos en la biografía del padre Plancarte, escrita por su sobrino el Ilustrísimo Sr. Francisco Plancarte y Navarrete, quien fuera obispo de Campeche, Cuernavaca y Linares, la familia Plancarte es de origen navarro y se divide en dos ramas: una española, Plancarte o Blancarte; y otra francesa Blanchard. Guillermo Plancarte, tronco del cual derivan los Plancarte de la República Mexicana, fue de los primeros pobladores de Morelia en el siglo XVI, cuando apenas se comenzaba a colonizar, y era conocida como Valladolid.
Pero, por qué José Antonio nace en la ciudad de México, si su familia vive en Zamora, Michoacán? Pues resulta que su mamá no gozaba de muy buena salud, y debido a una pertinaz enfermedad se había ido a curar a México encontrándose ella en estado de gravidez, y es así como el niño tan esperado por la familia Plancarte y Labastida, nace en la capital del país. Pero en cuanto estuvo su mamá en condiciones de caminar, decidieron volver a Zamora con el niño tan pequeño, que para protegerlo de los vaivenes del coche y dadas las pésimas condiciones de la carretera que entonces unía Zamora con la capital de la República, colocaron al bebé dentro de una grande cesta colgada en el cielo de la diligencia.
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