El testimonio de uno de los pocos misioneros extranjeros aún presentes en el país del sudeste asiático. Relata la vida cotidiana durante la guerra, cuando el «mal absoluto» obliga a los estudiantes a acostumbrarse a las bombas y a los jóvenes a preguntarse si deben continuar su educación religiosa o alistarse en el ejército, como hicieron sus amigos